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16 de mayo de 2014

LA NECESIDAD SE CONVIRTIÓ EN VIRTUD AL PASO DE LOS REGULARES

     
        Con el sometimiento a España de las cabilas de Gelaya y Quebdana en noviembre de 1909 y en enero de 1910 la del cabecilla Abd-el-Kader, se consideró concluida la campaña de 1909, una noticia muy esperada por la opinión pública especialmente sensibilizada por esta impopular guerra.

        Se estableció como límite de la zona oriental el rio Kert, y el 1 de Junio de 1910 se crea la Capitanía General de Melilla que a partir de octubre quedó al mando del General García Aldave cuyo principal escollo tuvo un nombre propio, EL Mizzian.

        En la zona occidental el general Alfau ocupa una serie de posiciones en la línea exterior de Ceuta y lleva a cabo una política de acercamiento a las cabilas próximas a Ceuta y Tetuán. En mayo de 1911 se ocupa Tetuán y en junio Larache y Alcazarquivir, haciéndose cargo del mando de las fuerzas el teniente coronel D. Manuel Fernández Silvestre, que inicia una política de acercamiento y de amor-odio con el cabecilla Al Raisuni.

        En este contexto histórico el 30 de junio de 1911 se crean las Fuerzas Regulares Indígenas. El mando y organización de esta fuerza corrió a cargo del prestigioso teniente coronel Dámaso Berenguer y Fusté, y el lugar elegido para el adiestramiento de esta unidad fue la ciudad de Melilla.

Teniente coronel Dámaso Berenguer


 La experiencia de las tres guerras africanas que habían tenido lugar hasta este momento, demostró que el modelo de “ejército expedicionario” no era el medio más adecuado para resolver el problema de Marruecos.

 El Ejército español estaba concebido para intervenir en una guerra convencional en Europa, para enfrentarse con unidades de características similares a las suyas en batallas y combates en campo abierto en las que predominara el despliegue y la maniobra. Pero la realidad es que al llegar a tierras africanas se enfrentaban a una situación muy distinta a la prevista.

 
En ninguna de las campañas marroquíes anteriores a la del Kert en 1911 se emplearon indígenas en las operaciones y tan solo algunos “moros amigos” actuaron como guías, por lo que no se dispuso de un servicio de información adecuado que proporcionara la necesaria inteligencia y supliera el profundo desconocimiento del terreno y la carencia de cartografía. Por otra parte, el envío de unidades peninsulares nutridas por soldados de reemplazo y reservistas a una guerra no bien entendida, provocó serias alteraciones del orden público y la hizo enormemente impopular, situación que empeoró con el elevado número de bajas.

       Todo ello llevó a la conclusión de que en el problema marroquí era necesario utilizar fuerzas integradas por personal indígena, conocedoras del país, su terreno y sus habitantes, de sus formas de combatir, e implicarlos en el proceso de organización y pacificación, lo que redundaría en un menor empleo de fuerzas expedicionarias y la consiguiente reducción de bajas de soldados españoles. Esta fue la motivación que dio lugar al primer batallón indígena (tabor) con una fuerza de cuatro compañías (mías) de infantería y un escuadrón de caballería.

       Este nuevo modelo de reclutamiento que ya empleaban otras potencias coloniales con mucho éxito, el reclutamiento de personal indígena sobre el propio teatro de operaciones ya contaba en España con alguna experiencia anterior como los “Moros de Paz o Mogataces” en la conquista de Orán en 1509, los “Moros Tiradores del Rif” creados en Melilla en 1859 y la “Milicia Voluntaria de Ceuta” de 1887. La reglamentación establecida para esta última fue la verdadera base sobre la que se crearon los Regulares. Este personal iba a constituir el nuevo ejército colonial español de carácter totalmente profesional.

      De esta manera se crearon unas nuevas unidades profesionales, especialmente diseñadas para ser empleadas en la extrema vanguardia como fuerzas de choque y formadas por personal indígena que, a las órdenes de cuadros de mando españoles, fueron equipadas e instruidas para combatir en ambientes para los que estaban bien preparados y conocían a la perfección, su propio territorio.


Primeros Regulares de 1911
Algunas de estas unidades se formaban para campañas o acciones concretas en el tiempo y el espacio y una vez finalizadas se desmovilizaban, recibiendo el nombre de fuerzas “irregulares” (las más conocidas son las Harcas) y otras, por el contrario, se constituyeron de forma permanente conociéndose, en contraposición a aquellas, con el nombre de fuerzas “regulares”. De aquí el nombre oficial de “Fuerzas Regulares Indígenas” que se constituirían inicialmente en un Batallón de Infantería con cuatro Compañías y un Escuadrón de Caballería con plantilla, instrucción y armamento similares a los de las unidades peninsulares, con personal de tropa principalmente indígena y mandadas por oficiales y suboficiales inicialmente españoles (más tarde también se encuadrarían entre sus filas oficiales indígenas).

     No podríamos hablar de las particularidades de los Regulares sin conocer los pilares fundamentales sobre los que se basa su creación. Estos no fueron otros que las directrices emanadas del propio fundador: impregnar a todos los actos castrenses de una severa disciplina, exigiéndola a todos por igual (cuadros de mando y tropa), imponiendo a su vez una instrucción intensa e infundiendo un trato cercano con los subordinados, comprendiendo las costumbres y manera de ser del indígena e inculcándoles un estricto sentido del deber. El ejemplo de los oficiales sería pieza clave para el buen desarrollo y funcionamiento de esta joven unidad experimental. El puesto de combate de esta unidad era la extrema vanguardia y el destino a estas fuerzas se hacía por elección. El propio Berenguer eligió a los oficiales con los que quería contar para esta atrevida aventura, fomentando entre ellos que para poder mandar bien al soldado indígena y saber aprovechar las cualidades innatas del mismo, era preciso convivir con él, conocerlo a fondo, indagar en sus costumbres, superar el problema del idioma, darle una uniformidad propia y ganárselos con el ejemplo.

       Las condiciones para la tropa eran las siguientes; ser indígena natural de Marruecos, aunque hubo muchos de origen argelino (refugiados “sin cabila” viviendo cerca de Melilla), estar dispuesto a servir indistintamente en la zona oriental del protectorado o de Melilla o en la zona occidental o de Ceuta y firmar un contrato de uno, dos o tres años. Tras el contrato inicial firmaban un reenganche indefinido al que se podía renunciar por ambas partes.

Tropas de Regulares

 Por la particularidad que supone, queremos hacer una breve reseña a los “oficiales moros”. Con este nombre se conocía a los indígenas que, por méritos propios, alcanzaban las estrellas de oficial y solo estaban autorizados a servir en las tropas indígenas. La figura del oficial moro de 2ª (Alférez) fue creada en 1909, más tarde se autorizó a que pudieran llegar a oficial moro de 1ª (Teniente) y finalmente a Capitán moro. Para optar a ser oficial, el indígena debía contar con ocho años de servicio en filas, los tres últimos en el empleo de Sargento, tener una conducta intachable, demostrar su amor a España y superar un examen de nivel.

        A los Regulares se les dotó de cierta “fantasía” en el vestuario, incorporando prendas tradicionales del campesino rifeño y bereber, enriquecidas con vistosos decorados de brillantes colores que les conferían exotismo y singularidad y que hoy conservan. Con la adecuada combinación de todos estos elementos y particularidades, Dámaso Berenguer lograría que los Regulares, en muy poco tiempo, se convirtieran en la unidad de élite del Ejército Español en Marruecos.

      El característico emblema de los Regulares consta de una media luna propia de las tropas indígenas, dos fusiles cruzados indicativos de las unidades de infantería, dos lanzas cruzadas indicativas de las unidades de caballería (en el origen la unidad era mixta con tropas de Infantería y de Caballería), la corona real dada su creación por Real Orden del Rey Alfonso XIII (fue sustituida por la corona mural en la república y suprimida en época de Franco)




      El territorio de la Yebala, en la zona occidental del protectorado, durante la segunda década del siglo XX fue un campo de batalla donde se cubrieron de gloria las distintas tropas indígenas que entraron en combate: la Brigada Provisional que mandaba el general Berenguer y de la que formaban parte los Regulares, la Milicia Voluntaria de Ceuta, la Policía Indígena, la Policía Xerifiana y las Fuerzas Auxiliares.

       Demostrada su idoneidad para combatir en este tipo de operaciones y sobre este terreno, el Mando sintió la necesidad de reorganizar dichas tropas tan variadas y unificarlas en todo el protectorado. Es por ello que por Real Orden de 31 de julio de 1.914 se organizan en; Fuerzas Regulares, Policía, Fuerzas Auxiliares Irregulares y Mehal-las. Se crean los cuatro primeros Grupos (equivalente a Regimiento) de Fuerzas Regulares Indígenas, compuestos cada uno de ellos por dos Tábores (Batallones) de Infantería, de tres Compañías, y un Tábor de Caballería, de tres Escuadrones. Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla Nº 1 que en 1.916, se convertiría en Tetuán Nº 1, GFRI Melilla Nº 2, GFRI Ceuta Nº 3 y GFRI Larache Nº 4. El GFRI Alhucemas Nº 5, posteriormente la unidad más condecorada del ejército, considerado uno de los Grupos históricos, tuvo que esperar hasta 1922 para su creación.



       Para dar mayor cohesión a las unidades, se estableció su constitución con un núcleo de personal europeo del 50% en los suboficiales y del 20% en la tropa. Desde su creación, las unidades de Regulares participaron en todas las campañas que se desarrollaron en el protectorado entre 1911 y 1927 con brillantes actuaciones que les hicieron merecedores de una bien ganada fama.

       Las tropas indígenas no tenían derecho a poseer bandera propia, pero por su comportamiento en combate, los Grupos de Regulares, uno a uno, fueron ganándose ese derecho en el campo de batalla. Se daba la paradoja que, habiendo ganado la primera medalla militar colectiva, no tenían bandera propia donde colocarla. El GFRI Nº 3 fue el primero en conseguirla en 1921, pocos meses después es el GFRI Nº 4, el GFRI Nº 1 en 1922, el GFRI Nº 2 en 1923 y el GFRI Nº 5 en 1925. Los regulares se habían ganado el derecho al uso de la bandera nacional por sus acciones en combate frente al enemigo.

       A lo largo de sus cien años y con su participación en todas las campañas, las Fuerzas Regulares han conseguido ser las unidades más condecoradas del ejército español, contando con un total de 18 Cruces Laureadas de San Fernando (colectivas) y 61 Medallas Militares (colectivas), y sus componentes de forma individual 55 Cruces Laureadas de San Fernando y 208 Medallas Militares, todo ello a costa de un extraordinario comportamiento en combate y pagando el altísimo precio de sus más de 80.000 bajas.

       Los Grupos de Fuerzas Regulares Indígenas fueron un ejemplo de creación de un ejército profesional en otra época y con otra misión. El propósito que originó su creación se cumplió sin lugar a dudas y lo corroboran las condecoraciones obtenidas por estas fuerzas, que son muestra de su éxito. Se decía que el soldado regular valía por tres soldados; el propio regular, el español de reemplazo que se ahorraba y el enemigo que se quitaba. Marruecos, Guerra civil, Ifni y más recientemente Kosovo, Bosnia o el Líbano son los teatros de operaciones en los que han actuado las unidades de Regulares a lo largo de su historia, adquiriendo una gran experiencia que han ido demostrando con su buen hacer a lo largo de ese tiempo y adaptándose a los lógicos cambios en las técnicas, tácticas y procedimientos de actuación, así como a los del equipo individual, material y armamento.

       Regulares mantiene una misión permanente en punta de vanguardia, al constituir la guarnición principal del Peñón de Vélez de la Gomera.

       El actual soldado regular es cualificado, duro, resistente, ágil y disciplinado y está en condiciones de ser empleado, como en el pasado, en el lugar y momento que el Mando considere oportuno, con la total seguridad que como hicieron sus antecesores sabrán responder a la llamada, con cohesión y una sólida base moral, esencia de los Regulares de ayer y de hoy .

                                                                                                                                                             

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