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18 de octubre de 2012

MARRUECOS EN EL PUNTO DE MIRA DE EUROPA


A  lo largo del siglo XIX, Marruecos sufrirá la presión de las grandes potencias, que buscan en un país debilitado materias primas a  precios bajos y, sobre todo, un mercado para el excedente de sus productos.El desarrollo industrial europeo en el siglo XIX empuja a las  potencias  - Inglaterra, Francia - a la búsqueda de mercados y de aprovisionamiento de materias primas para su industria, y por lo tanto al control de las comunicaciones y de los puertos, centro de salida y entrada de productos.

Será muy difícil al Majzén (zona de autoridad del Sultán) resistir a estas presiones, que irán limitando la soberanía marroquí; únicamente los intereses encontrados de las potencias le permitirán un equilibrio cada vez más inestable.

Inglaterra era el país con mayores relaciones comerciales con Marruecos. La intensidad del comercio anglomarroquí se había acentuado en el siglo XVIII. Ante la presión creciente del resto de los países europeos, su interés se centrará en consolidar y acentuar su influencia y sus lazos comerciales con el Sultán.


En los años veinte, Francia lleva a cabo la expedición de Argelia, que culmina con la ocupación del Oranesado (región de Orán), poniendo así las bases de su futuro poder colonial. Desde la base argelina, los franceses acentuarán sus contactos  -pacíficos o bélicos - con Marruecos,y Argelia será su base de partida para una futura penetración en el Imperio Jerifiano.

La acción francesa en Argelia había inquietado al resto de los países. El equilibrio mediterráneo,  podía desgarrarse ante la "toma de posiciones" francesa.

Esta inquietud afecta, pues, a Inglaterra en primer lugar. Su dominio mediteráneo basado en el eje Gibraltar-Egipto se ve amenazado por el nuevo eje vertical Francia-Norte de África.

Inglaterra, dueña de Gibraltar y relacionada con Marruecos desde el siglo XVIII verá con malos ojos la presencia de Francia en la costa mediterránea africana, considerándola un atentado contra la seguridad de su tráfico marítimo.

Francia, por su parte, veía en el control de Marruecos la seguridad de su colonia argelina y la posible expansión de su comercio.

Para España controlar Marruecos significaba, sobre todo,asegurar sus territorios de Ceuta y Melilla, prestigiarse ante las potencias restantes y evitar que éstas - sobre todo Francia - ahogasen por el sur los intereses españoles. Significaba también, en menor medida, una alternativa colonial a la pérdida de los territorios americanos y un campo de acción exterior para el entonces siempre inquieto ejército español.

Alemania, que muy pronto entrará en el juego de los intereses  coloniales, consideraba a Marruecos un precioso instrumento para crear problemas a Francia y, especialmente, para atizar la discordia entre las potencias coloniales (Francia e Inglaterra), impidiendo la unidad de actuación de las mismas, circunstancia que habría resultado peligrosa para la Triple Alianza que el Canciller Bismarck creará en el continente europeo (Alemania, Austria e Italia).

La rivalidad y choque de intereses europeos por Marruecos será constante a lo largo del siglo. Este choque mantuvo separadas, por sus fines imperialistas y colonialistas enfrentados en África, a Inglaterra y a Francia.

A partir de 1890, Alemania iniciará una agresiva política "pangermanista" utilizando a Marruecos como una de las palancas para apoyar su fuerza expansionista. Francia e Inglaterra, alarmadas, solucionarán entonces sus diferencias y acuerdan que Inglaterra dejará a Francia las manos libres para actuar en Marruecos y a cambio Egipto quedará a merced de los ingleses.

Desde ese momento, la suerte de Marruecos estará echada y la pérdida de su independencia decidida.

En el ambiente internacional de presión que se ejerce sobre Marruecos,la relativa paz mantenida entre España y Marruecos a partir de 1860, dentro de la voluntad común del mantenimiento del statu quo, se verá rota por los sucesos de Melilla de 1890 y de los años siguientes.

Las crisis comenzará por el hostigamiento rifeño a la caballería española que hacía una descubierta por el campo exterior de la ciudad, en territorio dentro de los límites establecidos en el Tratado de Wad Ras de 1860, nunca admitido por las tribus limítrofes.

El Sultán Hasán I, ante la protesta, tomará medidas contra los responsables, pero la situación se agrava al construir los españoles unas fortificaciones en territorio considerado sagrado por los rifeños, al pertenecer a una mezquita: el 2 de octubre de 1893, llevan a cabo un ataque contra el fuerte, pereciendo doce soldados de entre los defensores. En los días siguientes la rebelión rifeña de las tribus afectadas se generaliza, y los días 27 y 28 de octubre se ataca a la ciudad de Melilla, muriendo el gobernador militar, general Margallo.

Desde España se envían entonces refuerzos al mando del general  Martínez Campos, temiendo una guerra con Marruecos. El Sultán, en prueba de su voluntad decidida a mantener la paz, destaca a su hermano Muley Araafa con fuertes efectivos, que obligan a los rifeños a abandonar sus actitudes bélicas.

Superados los incidencias, el Gobierno español  envía, en enero de 1894, una embajada extraordinaria, presidida por el general Martínez Campos, con objeto de eliminar las últimas dificultades creadas por los sucesos de Melilla. Las conclusiones del encuentro entre el representante español y el Sultán fueron las siguientes:

Se firma un convenio por el que Marruecos pagará una indemnización de cuatro millones de duros para reparar los daños causados por el ataque rifeño, estableciendo definitivamente una zona neutral entre Marruecos y el área de Melilla; los culpables de los incidentes serán castigados duramente por el  Sultán y, según lo establecido en el tratado del 60, habrá una guardia del Majzén en la zona fronteriza para defender la paz y un caid de la confianza de España.

Las resistencias diplomáticas, aplazamientos e intrigas del resto de las potencias estuvieron a punto de desatar de nuevo la guerra. Todos los grandes Estados quisieron intervenir, al menos indirectamente, en la cuestión, temiendo que una ocupación de nuevos territorios por España hiciese el juego, bien a Inglaterra, bien a Francia. La crisis se alargó una temporada, hasta la firma definitiva de la  Paz de Marraquech el 5 de marzo de 1894. Tres meses más tarde moría Mulay Hasán, sucediéndole su hijo Abdelaziz bajo la tutela de su madre Lalla Nor-es-Chems.


Durante los años 1883 y 1884 se inicia por España la ocupación de territorios saharauis. Un gobierno presidido por Cánovas del Castillo,  actuará encargando a la Sociedad de Africanistas la instalación de factorías en la costa atlántica, adelantándose a las intenciones británicas de hacer algo semejante. El Gobierno facilitó dinero y medios de transporte. Se desembarcará en la península Río de Oro (Dajla-es-Saharia), firmando tratados de amistad y comercio con las tribus de aquella zona. También se instalará la expedición en CaboBlanco y en la bahía de Cintra, dejando casetones y guarnición militar, igualmente facilitada por el Gobierno. La Sociedad de Africanistas pondrá el nombre de Villa Cisneros, Puerto Badía y Medina Gatell a aquellos lugares.

España comunicará oficialmente a las demás potencias que ha tomado bajo su protección las costas africanas entre Río de Oro y Cabo Bojador (26º 8' lat. N - 8º 17' long. 0).

Esta ocupación significó el comienzo de gran actividad comercial y pesquera, con el protagonismo de la Compañía Hispano Africana de Madrid.

La cuestión del territorio cedido en 1860, en el lugar atlántico llamado en siglos anteriores Santa Cruz de Mar Pequeña, para que España estableciese una factoría pesquera, habia ido alargándose en todos esos años sin llegar a una delimitación del terreno convincente para las dos parte. En 1889, con  motivo de la visita del muley Hasán a Tánger y la buena acogida que éste tuvo a unas propuestas españolas referentes a la formación de técnicos, médicos y algunas obras públicas en Tánger, se replantea la cuestión pendiente de aquel territorio, actual Sidi Ifni. No obstante la buena disposición por ambas partes, el Sultán dio, una vez más, largas al asunto, y la injerencia inglesa, presionando ante el Gobierno de Madrid, conseguirá que todo quede aplazado indefinidamente.