A lo largo del siglo XIX, Marruecos sufrirá la
presión de las grandes potencias, que buscan en un país debilitado materias
primas a precios bajos y, sobre todo, un
mercado para el excedente de sus productos. El desarrollo industrial europeo en el siglo XIX empuja a las potencias - Inglaterra, Francia - a la búsqueda de mercados y de aprovisionamiento de materias primas para su industria, y por lo tanto al control de las comunicaciones y de los puertos, centro de salida y entrada de productos.
Será
muy difícil al Majzén (zona de autoridad del Sultán) resistir a estas
presiones, que irán limitando la soberanía marroquí; únicamente los intereses
encontrados de las potencias le permitirán un equilibrio cada vez más
inestable.
Inglaterra
era el país con mayores relaciones comerciales con Marruecos. La intensidad del
comercio anglomarroquí se había acentuado en el siglo XVIII. Ante la presión
creciente del resto de los países europeos, su interés se centrará en
consolidar y acentuar su influencia y sus lazos comerciales con el Sultán.
En
los años veinte, Francia lleva a cabo la expedición de Argelia, que culmina con
la ocupación del Oranesado (región de Orán), poniendo así las bases de su
futuro poder colonial. Desde
la base argelina, los franceses acentuarán sus contactos -pacíficos o bélicos - con Marruecos,y Argelia
será su base de partida para una futura penetración en el Imperio Jerifiano.
La
acción francesa en Argelia había inquietado al resto de los países. El
equilibrio mediterráneo, podía desgarrarse ante la "toma de
posiciones" francesa.
Esta
inquietud afecta, pues, a Inglaterra en primer lugar. Su dominio mediteráneo
basado en el eje Gibraltar-Egipto se ve amenazado por el nuevo eje vertical
Francia-Norte de África.
Inglaterra,
dueña de Gibraltar y relacionada con Marruecos desde el siglo XVIII verá con
malos ojos la presencia de Francia en la costa mediterránea africana,
considerándola un atentado contra la seguridad de su tráfico marítimo.
Francia,
por su parte, veía en el control de Marruecos la seguridad de su colonia
argelina y la posible expansión de su comercio.
Para España controlar Marruecos significaba, sobre
todo,asegurar sus territorios de Ceuta y Melilla, prestigiarse ante las
potencias restantes y evitar que éstas - sobre todo Francia - ahogasen por el
sur los intereses españoles. Significaba también, en menor medida, una alternativa
colonial a la pérdida de los territorios americanos y un campo de acción
exterior para el entonces siempre inquieto ejército español.
Alemania,
que muy pronto entrará en el juego de los intereses coloniales, consideraba a Marruecos un
precioso instrumento para crear problemas a Francia y, especialmente, para
atizar la discordia entre las potencias coloniales (Francia e Inglaterra), impidiendo
la unidad de actuación de las mismas, circunstancia que habría resultado
peligrosa para la Triple Alianza que el Canciller Bismarck creará en el
continente europeo (Alemania, Austria e Italia).
La
rivalidad y choque de intereses europeos por Marruecos será constante a lo
largo del siglo. Este choque mantuvo separadas, por sus fines imperialistas y
colonialistas enfrentados en África, a Inglaterra y a Francia.
A
partir de 1890, Alemania iniciará una agresiva política
"pangermanista" utilizando a Marruecos como una de las palancas para
apoyar su fuerza expansionista. Francia e Inglaterra, alarmadas, solucionarán
entonces sus diferencias y acuerdan que Inglaterra
dejará a Francia las manos libres para actuar en Marruecos y a cambio Egipto quedará a merced de los ingleses.
Desde
ese momento, la suerte de Marruecos estará echada y la pérdida de su
independencia decidida.
En el ambiente internacional de presión que se ejerce sobre Marruecos,la relativa
paz mantenida entre España y Marruecos a partir de 1860, dentro de la voluntad común
del mantenimiento del statu quo, se verá rota por los sucesos de Melilla de
1890 y de los años siguientes.
Las
crisis comenzará por el hostigamiento rifeño a la caballería española que hacía
una descubierta por el campo exterior de la ciudad, en territorio dentro de los
límites establecidos en el Tratado de Wad Ras de 1860, nunca admitido por las
tribus limítrofes.
El
Sultán Hasán I, ante la protesta, tomará medidas contra los responsables, pero
la situación se agrava al construir los españoles unas fortificaciones en
territorio considerado sagrado por los rifeños, al pertenecer a una mezquita:
el 2 de octubre de 1893, llevan a cabo un ataque contra el fuerte, pereciendo
doce soldados de entre los defensores. En los días siguientes la rebelión rifeña
de las tribus afectadas se generaliza, y los días 27 y 28 de octubre se ataca a
la ciudad de Melilla, muriendo el gobernador militar, general Margallo.
Desde
España se envían entonces refuerzos al mando del general Martínez Campos, temiendo una guerra con Marruecos. El Sultán, en prueba de su voluntad decidida a mantener la paz,
destaca a su hermano Muley Araafa con fuertes efectivos, que obligan a los
rifeños a abandonar sus actitudes bélicas.
Superados
los incidencias, el Gobierno español
envía, en enero de 1894, una embajada extraordinaria, presidida por el
general Martínez Campos, con objeto de eliminar las últimas dificultades
creadas por los sucesos de Melilla. Las conclusiones del encuentro entre el
representante español y el Sultán fueron las siguientes:
Se
firma un convenio por el que Marruecos pagará una indemnización de cuatro
millones de duros para reparar los daños causados por el ataque rifeño,
estableciendo definitivamente una zona neutral entre Marruecos y el área de
Melilla; los culpables de los incidentes serán castigados duramente por el Sultán y, según lo establecido en el tratado
del 60, habrá una guardia del Majzén en la zona fronteriza para defender la paz
y un caid de la confianza de España.
Las
resistencias diplomáticas, aplazamientos e intrigas del resto de las potencias
estuvieron a punto de desatar de nuevo la guerra. Todos los grandes Estados
quisieron intervenir, al menos indirectamente, en la cuestión, temiendo que una
ocupación de nuevos territorios por España hiciese el juego, bien a Inglaterra,
bien a Francia. La crisis se alargó una temporada, hasta la firma definitiva de
la Paz de Marraquech el 5 de marzo de
1894. Tres
meses más tarde moría Mulay Hasán, sucediéndole su hijo Abdelaziz bajo la
tutela de su madre Lalla Nor-es-Chems.
Durante
los años 1883 y 1884 se inicia por España la ocupación de territorios
saharauis. Un gobierno presidido por Cánovas del Castillo, actuará encargando a la Sociedad de Africanistas la instalación de
factorías en la costa atlántica, adelantándose a las intenciones británicas de
hacer algo semejante. El Gobierno facilitó dinero y medios de transporte. Se desembarcará
en la península Río de Oro (Dajla-es-Saharia), firmando tratados de amistad y
comercio con las tribus de aquella zona. También se instalará la expedición en
CaboBlanco y en la bahía de Cintra, dejando casetones y guarnición militar, igualmente
facilitada por el Gobierno. La Sociedad de Africanistas pondrá el nombre de
Villa Cisneros, Puerto Badía y Medina Gatell a aquellos lugares.
España
comunicará oficialmente a las demás potencias que ha tomado bajo su protección
las costas africanas entre Río de Oro y Cabo Bojador (26º 8' lat. N - 8º 17'
long. 0).
Esta
ocupación significó el comienzo de gran actividad comercial y pesquera, con el protagonismo
de la Compañía Hispano Africana de Madrid.
La
cuestión del territorio cedido en 1860, en el lugar atlántico llamado en siglos
anteriores Santa Cruz de Mar Pequeña, para que España estableciese una factoría
pesquera, habia ido alargándose en todos esos años sin llegar a una delimitación
del terreno convincente para las dos parte. En 1889, con motivo de la visita del muley Hasán a Tánger
y la buena acogida que éste tuvo a unas propuestas españolas referentes a la
formación de técnicos, médicos y algunas obras públicas en Tánger, se replantea
la cuestión pendiente de aquel territorio, actual Sidi Ifni. No obstante la
buena disposición por ambas partes, el Sultán dio, una vez más, largas al asunto,
y la injerencia inglesa, presionando ante el Gobierno de Madrid, conseguirá que
todo quede aplazado indefinidamente.
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